Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos;
los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso!
Si por un instante pudieras contemplar como yo,
la belleza ante la cual las bellezas palidecen!
Cómo!...
¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras
y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme.
Cuando la muerte venga a romper las ligaduras
como ha roto las que a mí me encadenaban,
cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce,
y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía,
ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando,
que te amé, y encontrarás mi corazón
con todas sus ternuras purificadas.
Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo,
que te llevaré de la mano por senderos nuevos de Luz...y de Vida...
Enjuga tu llanto y no llores si me amas!
San Agustín
En la soledad de la noche recuerdo cuanta compañía recibía a través de la radio, escuchando las voces de mujeres rezando el Ave María, yo ni sabía que eran todas esas voces de mujeres! ni que estaban diciendo, solo aprendí esa hermosa oración sin saber que era, sentía la paz que me irradiaba. El Ave María es para mí realmente hermoso y cuando lo escucho en la opera de Schubert, me estremezco en la más esplendorosa paz.
Así fue que en el transcurso de mi vida fui buscando y buscando, haciéndome preguntas las cuales fui evacuando en cada curiosidad y deseos de aprender.
No entendía nada de la muerte a los 21 años a pesar que ya no era niña, mi ser siempre fue inocente e incrédulo para muchas cosas y hasta hoy conservo algo de esa inocencia.
Solo tenía mis cimientos conmigo y a pesar que mi hermana estaba muy enferma yo no me daba cuenta de eso que se llama muerte, morir, no existir mas, no, no me daba cuenta.
Me separaron de mis hermanos apenas yo era muy pequeña y de mi hermanita querida, Adriana Graciela…
En ese tiempo yo vivía con mi mama y ella con algunos de mis otros hermanos y mi padre.
Tengo recuerdos de muy pequeña de apenas dos años de edad, recuerdos con mi hermanita, su risa, su frescura… cuando iba a visitarla y nos íbamos las dos a comprar galletitas al almacén, cuando jugábamos, cuando mirábamos en la noche los bichitos de luz que tintineaban…
Ya de muy pequeña a mi me inspiraba escribir, además de otras cosas y era así que cada vez que venía algún hermano mayor a visitarnos yo le mandaba cartitas a través de ellos y ella me respondía, me decía que no podía hablar ya que mi carta le producía un nudo en la garganta… lamento muchísimo no tener esas cartas…lamento muchísimo no haber compartido más cosas con mi hermana…lamento muchísimo no tenerla y no poder haberla conocido más de lo que la llegue a conocer por estar separadas.
Fue así que me volqué más y más a todo lo espiritual el primer libro
que leí fue El Ángel de los niños de Víctor Sueiro, escritor argentino.
Ese libro aun lo tengo conmigo, es como si ella estuviera aun viva físicamente, porque todavía sigue viva en mi corazón.
El primero de los muchos libros que he leído referente a los Ángeles y que me ha llevado a transitar en mis conocimientos por otros caminos, todos ellos llevan a lo mismo, a la fuente, a Dios, el Ser supremo, sea de la religión que sea para mi Dios es uno solo con diferentes nombres.
Al poco tiempo conocí la oración de San Agustín, no llores si me Amas.
La albergue en mi, y me parece una oración poderosa, fuerte, una oración con esperanzas, esa que me regalo al conocer cada palabra para seguir investigando, conociéndome, buscando, aprendiendo, creciendo para entender y ser mejor persona. Porque solo eso nos llevaremos cuando ya no estemos mas... el bien echo a los demas.
Solo aquel que paso por ciertas situaciones similares puede saber lo que se siente perder a alguien, por eso si estas en ese lugar que esta oración sirva para tu propio camino.
Para Graciela…te amo.
SOL
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