Aquí dejo dos leyendas de maestros chinos, tanta sabiduría encerrada en el templo del cuerpo, sabiduría que muchas personas la tienen, pero a veces no creen en ellas mismas para tener la opción de transmitirla con seguridad, así como eran trasmitidas por los antiguos profetas y maestros del lejano oriente.
Describe quién eres tú
Un aspirante espiritual recorrió enormes distancias para finalmente encontrar a un maestro que vivía en una densa jungla. Se presentó ante el maestro y le rogó:
—Por favor, venerable anciano, ruego de vuestra iluminada bondad que me instruyas espiritualmente. El maestro le pidió:
—Ve allí donde puedas recibir los rayos del sol y dime si se proyecta tu sombra contra el suelo.
El discípulo hubo de caminar durante varias horas para salir del espeso bosque y poder recibir los rayos solares. Vio, obviamente, cómo la sombra de su cuerpo se reflejaba en el suelo. Luego regresó ante el maestro, y entonces éste le dijo:
—Desnúdate. Ahora ve y cuéntame si tu cuerpo proyecta su sombra expuesto a los rayos del sol.
Tras varias horas de caminata, el discípulo halló un claro y recibió los rayos del sol. Después regresó junto al anciano, que le preguntó:
—Desnudo, ¿también has proyectado sombra? —Claro, señor, así ha sido.
El maestro le dijo:
—De igual modo que vestido o desnudo proyectas la sombra de tu cuerpo en cualquier lugar, situación o circunstancia, tú eres el testigo. Descubre quién es el testigo y habrás empezado a descubrir quién eres tú. Persevera. Más allá de la sombra está tu cuerpo; más allá de tu cuerpo, está tu mente; más allá de tu mente, está tu testigo... Descubre qué está más allá del testigo.
Agradecido, el discípulo iba a volver a su hogar. Cuando se estaba alejando, el maestro le dijo:
—iAh!, y recuerda que del mismo modo que tu cuerpo proyecta su sombra vestido o desnudo, las cosas son tal cual son sin importar que las vivas sereno o perturbado.
La diferencia
Si no hay preguntas, no hay respuestas, reza el antiguo adagio. Pero, a menudo, el maestro responde de un modo inesperado para el discípulo, rompiendo así sus viejos patrones y esquemas.
Maestro y discípulo estaban reunidos. El discípulo estaba anhelante por obtener alguna instrucción muy especial, fuera de lo corriente, tal vez algún método secreto o alguna clave iniciática. Pero los maestros de la tradición chan no se pierden en abstracciones.
—¿Qué es la verdad, maestro?
—La vida de cada día.
—En la vida de cada día —protestó desilusionado el discípulo— sólo se aprecia eso: la vida vulgar y corriente de cada día, pero la verdad no se ve por ningún lado.
—Ahí está la diferencia —replicó el maestro—, en que unos la ven y otros no.
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